Drogas y el afán prohibidor

Un ensayo sobre las drogas, las prohibiciones y los delirios colectivos

Una idea de Jordi Cebrián

Las drogas, nuestro chivo expiatorio

La lucha contra la Droga es además la recreación de una costumbre ancestral en la mayoría de sociedades: el sacrificio ritual. Esta ceremonia social consiste en arrojar del seno de la sociedad, mediante la expulsión o la muerte, a una víctima propiciatoria a quien se ha atribuido, mediante razonamientos lógicos o encantamientos mágicos, todos los males que la afligen. Como vimos en el segundo capítulo, las brujas sirvieron para explicar los problemas y miserias de una sociedad, y, quemarlas en la hoguera era la solución a todas las desgracias. También la existencia de una ‘conspiración judía’ sirvió a la nación alemana para explicar sus problemas sociales y económicos y su humillación en la Primera Guerra Mundial. Así, al simbolizar el Judío, con mayúsculas, la encarnación de todo el Mal que afligía a Alemania y, por ende, al mundo, su expulsión y exterminio no eran actos de venganza sino una reacción de autodefensa necesaria para evitar la destrucción. Hoy en día, la Droga nos ofrece, de manera parecida, explicación a nuestros males sociales: delincuencia, falta de valores, corrupción, marginalidad, conflictos generacionales, etc. Ninguno de estos males son nuevos. Sólo cambia el objeto sacrificial elegido. Hoy, el chivo expiatorio aceptado con pasmosa unanimidad por la mayor parte del mundo es la Droga y, por ende, los drogadictos. Así, con ignorante ingenuidad, uno de nuestros más preclaros y cavernarios periodistas escribe: "El 40 por ciento de los escolares madrileños han recibido ofertas, invitaciones y hasta presiones para probar las llamadas drogas de síntesis [...]¿De qué sirve la lucha diaria, y la educación en familia, y el esfuerzo cotidiano, si en un segundo, en un sólo segundo, un criminal puede derrumbar la obra conseguida tras años y años de cariño y dedicación? [...] ¿Cómo va a ir bien España si casi la mitad de la futura España está a un paso de caer en la desesperanza definitiva?" . ¡Que tranquilidad de espíritu debe aportar haber descubierto la culpa de todos los males que nos afligen! La conclusión es obvia: no dejando que la droga penetre en nuestras fronteras y encerrando a los usuarios en cárceles o hospitales, se cerrarán para nosotros nuestras puertas del infierno. No es, pues, de extrañar el deseo con el que culmina nuestro intelectual su alegato: "Que empiecen las sanciones, las clausuras, las detenciones y los procesos. Y si es posible, inmediatamente". Preparemos las hogueras y quememos en ellas a las brujas contemporáneas. ¡Qué miedo!