Drogas y el afán prohibidor

Un ensayo sobre las drogas, las prohibiciones y los delirios colectivos

Una idea de Jordi Cebrián

La información sobre drogas

Una de las consecuencias, buscadas o no, del prohibicionismo es la de generar multitud de situaciones donde, para poder asumir las contradicciones, se hace necesario lo que Orwell llamaba el doblepensar. Uno de estos casos lo constituye la cuestión de la información sobre las drogas. Desde todos los sectores se nos recuerda que, al margen del aparato represivo, es básica la cuestión de la información. Hay que informar, hay que formar, hay que dejar que los jóvenes, que los ciudadanos, conozcan el problema de las drogas para poder luchar contra ellas con las armas necesarias. Pero por supuesto, esta información no ha de ser tal. El prohibicionismo basa su permanencia justamente en la ignorancia. Así pues, la información no ha de ser informativa. Informar sobre las sustancias, sus efectos, sus riesgos, sus dosificaciones útiles y sus dosificaciones peligrosas, sus interacciones, etc, no puede formar parte, paradójicamente, de la información. Hacerlo sería dotar a los jóvenes, a los ciudadanos, de las armas necesarias para poder usar de manera responsable esas sustancias. Lo que busca la prohibición es la información desinformada. Se ha de informar de que la información no es necesaria. La información útil siempre se resume en una frase: ‘simplemente di no’; ‘la droga mata’; ‘¿conoces a alguien que controle con las drogas? nosotros no’. Memeces y mentiras vendidas como información. En palabras de Szasz, “el objetivo de una educación real sobre drogas no debe ser animar a la abstinencia, sino a buenos hábitos de consumo, esto es, a utilizar las drogas de modo inteligente, responsable y autodisciplinado.” Recuerdo un debate televisivo sobre las drogas donde, por un momento, pareció llegado el acuerdo cuando todos los participantes coincidieron unánimemente en que lo más importante era realizar campañas informativas. Pero mientras que Escohotado y otros antiprohibicionistas presentes defendían una información farmacológica, los defensores del estatus estaban hablando, por supuesto, de otra cosa. Para ellos, la información es propaganda, eslóganes. Si se informara de que los derivados del cannabis pueden ser una inestimable herramienta lúdica con efectos despreciables sobre la salud, la gente, los jóvenes, querrían usarlos. Si se informara de que científicamente no se conoce síndrome de abstinencia en los consumidores de cocaína, la gente, los jóvenes, caerían irresponsable y ciegamente en el uso irracional de la misma. Si se informara que el concepto de adicción no es aplicable a las drogas alucinógenas o enteogénicas, la gente, los jóvenes, decidirían ir todo el día alucinando en vez de dedicarse a tareas más productivas y socialmente más merecedoras de aplauso. Y así, ad nauseam.

Se ha conseguido crear la conciencia de que la mejor arma contra las drogas no es su conocimiento sino la ausencia de él, su alejamiento. Si no quieres tener problemas, no te metas en esto, no quieras saber determinadas cosas, déjalas en manos de profesionales, fíate de los que saben mas que tú, no tienes por qué saber cómo son las cosas, la Droga mata: si te ofrecen simplemente di no.

Mención aparte merece la importancia, decisiva, de los medios de comunicación a la hora de crear y mantener la percepción del ‘problema de la Droga’. Y lo hacen magnificando los problemas, unificando el tratamiento a la hora de hablar de las drogas, como si todas fueran iguales y, en definitiva, mostrando sólo la imagen más oscura del uso de sustancias. Ya en el inicio de la Cruzada los peridódicos construyeron la imagen de la marihuana como ‘asesina de la juventud’ o de los inmigrantes drogadictos que pervertían a mujeres y niños, avalando con ello las medidas represoras. Hoy, con unanimidad desconocida en otros ámbitos humanos, los medios de masas se mantienen, sin apenas excepciones, prietas las filas, al lado de la verdad oficial: la droga mata y la única solución incuestionable es usar la policía para impedirlo. Resulta muy instructivo repasar las noticias ofrecidas por los periódicos y, sobre todo, por las televisiones, referidas a las drogas y, aun más, repasar las noticias que no se dan. Nunca se comenta que quienes usan las drogas pueden sacar de ellas experiencias positivas. Para los medios, las experiencias que se obtienen con las drogas siempre son un espejismo momentáneo, un placer efímero inicial que de inmediato se ve sustituido por una inmersión en el infierno. Tampoco se habla nunca de los miles de personas que usan las drogas sin problemas: según la verdad oficial éstas no existen, pues, como ya se ha dicho, todo uso constituye un abuso. No quiero extenderme en reflexionar en cómo se ha llegado al monolitismo actual con que los medios tratan la cuestión de las drogas, pero si intentaré ofrecer un par de motivos de reflexión.

El problema aparece cuando topamos con lo ‘políticamente correcto’. Esta expresión se ha convertido para muchos en un eufemismo con el que designar una censura ejercida desde la mayoría contra las minorías disidentes. Y si en algo se ha alcanzado una definición cuasi unánime de lo ‘políticamente correcto’ es en el tema de las drogas. ‘La Droga no es buena’, es una frase aceptable. ‘El uso de drogas comporta riesgos pero también puede ser útil y beneficioso’ es, de todo punto, una frase condenable desde lo ‘políticamente correcto’. Por eso, para defender la legalización de las drogas en un debate, uno no puede decir que el uso de la marihuana fomenta la comunicación entre personas o que el uso de LSD puede enriquecer nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. Y por este mismo motivo, un informativo de televisión no puede atribuir a la prohibición las muertes por sobredosis o adulteración, o el hecho de que casi la mitad de los reclusos españoles tengan SIDA. Si lo hiciera, se consideraría que está tomando partido en vez de exponer la verdad de modo neutro. Como si repetir consignas no fuera una forma de tomar partido. En el asunto de las drogas, lo ‘políticamente correcto’ para los medios de comunicación se limita a exponer que la Droga es mala, mostrar la ‘tragedia de la Droga’, felicitar cualquier acción policial contra traficantes, loar la fortaleza de quienes han sabido salir del ‘infierno de la Droga’, transmitir partidos de fútbol 'contra la Droga' y regalar espacios publicitarios que nos hagan saber, con música, que, en vez de drogarnos podemos ir-al-cine-escuchar-música-salir-con-los-amigos-hacer-deporte.