Drogas y el afán prohibidor

Un ensayo sobre las drogas, las prohibiciones y los delirios colectivos

Una idea de Jordi Cebrián

El fracaso de la prohibición

Dados los esfuerzos dedicados, el dinero invertido, la propaganda realizada, las campañas de prevención desarrolladas y los disparates de todo tipo cometidos, deberíamos esperar al menos que, a cambio, se hubieran obtenido resultados esperanzadores: disminución del consumo, reducción de los problemas de salud asociados al uso de drogas, cambios de actitud en los jóvenes. Pues no. Los resultados de la prohibición distan muchísimo en todas partes de los que se esperaban obtener. Y más se alejan los buenos resultados cuanto más duras son las legislaciones que intentan conseguirlos. En EE.UU., tras haber declarado la ‘guerra a las drogas’ y endurecidos de manera paranoica los castigos para traficantes y usuarios, los resultados han sido penosos. Ya en 1988, el alcalde de Baltimore Kurt L. Schmoke, escribió: “Ha llegado la hora de admitir que el emperador está desnudo. La guerra contra las drogas se está perdiendo [...] Y continuar con nuestra actual política, incluso con más dinero, no supondrá ninguna diferencia” . Desde entonces, la continuación de esa política, con más dinero, no ha hecho, en efecto, más que empeorar la situación. Los últimos datos nos muestran que el consumo de marihuana entre jóvenes norteamericanos de 12 a 17 años aumentó en un 105% entre 1992 y 1995. El consumo de cocaína creció en un 166% y el de alucinógenos en un 183%. Todo esto es el resultado tras invertir billones de dólares, recluir a centenares de miles de personas en cárceles, encarecer los precios empeorando la calidad y poner en peligro la salud de los consumidores. Enhorabuena. Todo un éxito.

Por otra parte, leemos la propuesta de resolución del Plan de Acción Europea para combatir las drogas: “[…] las actuales políticas no han prevenido el tráfico de drogas ilícitas hasta el momento, siendo este más intenso que nunca antes.” También afirma que “mientras exista una demanda de drogas, y ésta siempre existirá, habrá una oferta”. En España los resultados no son muy diferentes: si observamos los datos sobre decomisos, vemos una clara tendencia al alza, si bien es cierto que en el caso de España estos datos no se refieren exclusivamente al nivel de consumo del país sino al general europeo, dado que España es una de las puertas de entrada de drogas para todo el continente. Entre 1990 y 1995, los decomisos de cocaína aumentan en un 28%, los de hachís en un 181%, los de LSD en un 135%, los de speed se multiplican por 115 y los de éxtasis por 1629. Tan sólo la heroína incautada decrementa en un 38%. No deja de resultar curioso que la heroína, sin duda la droga más peligrosa en situación de ilegalidad y la que causa el más fuerte síndrome de abstinencia sea la única cuyo consumo, aparentemente, ha disminuido. Aunque esto sería materia de una reflexión más profunda, dejo apuntada la idea de que tal vez los hábitos de consumo en materia de drogas de la población se rigen, generalmente, por criterios de racionalidad. Volviendo a la cuestión de si la política antidrogas funciona, una encuesta realizada en 1994 nos muestra como la percepción popular al respecto es negativa: un 55,3% de españoles creía que el problema de las drogas había empeorado, y sólo un 16,3% que había mejorado. Un 32,8% consideraba que la delincuencia estaba mayormente relacionada con drogas.

¿Qué dice la Organización Mundial de la Salud al respecto? ¿Se va avanzando con la actual política? ¿Se consiguen importantes logros? En un documento de 1996, la OMS manifiesta: “Se aprecia ahora una tendencia al aumento del consumo y una reducción de la edad de inicio en el uso de drogas. Esta tendencia se acompaña de un crecimiento en la oferta de productos ilícitos en el mundo.” Y, para valorar el estado de cosas a nivel general, citaré textualmente las palabras del informe correspondiente a 1996 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes: “pese a la intensificación de los esfuerzos de represión, la producción, el tráfico y el uso indebido se han extendido por regiones antes no afectadas. Han aparecido nuevas rutas de tráfico, se han elaborado nuevas drogas y las organizaciones de tráfico de drogas han reemplazado a sus colaboradores detenidos. [...] Con la introducción de nuevos métodos agrícolas han aumentado las cosechas ilícitas, y los adelantos químicos han permitido incrementar la producción de drogas ilícitas. Todos estos factores han complicado las tareas de represión, y a menudo las indagaciones sobre el tráfico de drogas requieren técnicas mucho más complejas.” Y eso pese a que “desde 1980 las incautaciones mundiales de opiáceos se han multiplicado más de cinco veces, y las de cocaína, más de diez veces. Asimismo, han aumentado las detenciones y condenas por delitos de drogas, entre ellas las impuestas a los productores ilícitos y traficantes de drogas y a los culpables de delitos de blanqueo del producto de las drogas.” Tras estas constataciones, la Junta añade un párrafo que no podía faltar y que demuestra una vez más la imposibilidad de considerar fallidos los esfuerzos represivos: si disminuyen las incautaciones es señal de que la represión está funcionando correctamente y si aumentan las incautaciones es señal de que la represión está funcionando correctamente. Dice la Junta: “Si bien esos fenómenos denotan en parte la extensión del problema del uso indebido de drogas, son también la prueba de la mayor eficacia de los servicios de represión y de la mejor preparación de sus funcionarios” . Esta estrategia embaucadora en la presentación de los datos no es nueva. Ya en 1988, el director de la División de Estupefacientes de la ONU, F. Ramos Galindo, tras afirmar que “durante la última decada el decomiso de hachís a nivel mundial se ha multiplicado por seis, por siete en el caso de la heroína y por sesenta en el caso de la cocaína”, afirmaba que este hecho era “alarmante aunque esperanzador” . Me recuerda a aquella otra frase, de autor anónimo: “la situación es desesperada pero no verdaderamente grave”. Todo vale con tal de no replantearse las premisas. Con más sentido del humor se expresó el embajador de Colombia en Viena, quien, ante la Comisión de Estupefacientes de la ONU, dijo: “Para no sumarnos a los pesimistas que señalan que ésta es ya una guerra perdida, actuaremos con los optimistas que indican que esta batalla puede perderse” . En el mismo acto, el diplomático austríaco Johannes Schachinger observó que “en los foros internacionales ha desaparecido la ficción de que las drogas puedan ser erradicadas” .

Que el experimento prohibicionista no ha funcionado queda demostrado recordando que, después de tantos años, la gente sigue considerando que tenemos un ‘problema con la Droga’. Lo que se pretendía evitar con el experimento, el abuso de drogas, no se ha paliado sino que ha aumentado espectacularmente. Han aparecido, además, problemas desconocidos antes de la prohibición: narcotraficantes, sobredosis, intoxicaciones por drogas adulteradas, inseguridad ciudadana, corrupción, etc. Como hemos visto, la constatación de que la situación empeora parece unánime, incluso entre los encargados de ejercer la represión. Nos vamos aproximando, pues, a la pregunta clave: ¿Por qué insistimos en ello pese a que no funciona y a que trae más problemas? En el siguiente capítulo mencionare algunos aspectos a tener en cuenta para entender esta persistencia en el error.