Drogas y el afán prohibidor

Un ensayo sobre las drogas, las prohibiciones y los delirios colectivos

Una idea de Jordi Cebrián

Argumentos contra la legalización: Si en todas partes está prohibido, por algo será

Bueno, bueno... Todo esto está muy bien, pero, dado que en todos los países se hace y todos los políticos y los médicos están de acuerdo, por algo será.

Ciertamente, que la prohibición se mantenga pese a todas las evidencias en contra es algo que pude parecer desconcertante. En el capítulo anterior ya he intentado, someramente, enumerar algunos de los aspectos que forman parte del complejo entramado de intereses, prejuicios, ignorancia e inercia histórica que posibilitan la buena salud del prohibicionismo. Tengamos en cuenta en primer lugar que, como he intentado ejemplarizar en el segundo capítulo al hablar de la persecución de la homosexualidad, la masturbación o las brujas, la historia nos muestra cómo innumerables errores e injusticias se han mantenido a menudo con la casi unanimidad de los poderes fácticos, muchos de los intelectuales del momento, e incluso de la opinión pública (al fin y al cabo, hoy en día, aunque manipulable, un poder fáctico más). Y que esos empecinamientos históricos hayan generado dolor, crueldad e injusticias sin cuento o que estuvieran fundamentados en falsedades nunca ha sido óbice para su permanencia. Y sin embargo, al igual que un día desapareció la persecución de las brujas, desaparecerá en algún momento la persecución de los, en palabras de Szasz, disidentes farmacológicos. Entretanto, sólo cabe aspirar a minimizar las irracionalidades del actual estado de cosas.

En segundo lugar, hay que tener muy en cuenta las grandes presiones a que los políticos actuales están sometidos en lo que se refiere a este tema. Incluso dejando de lado los inmensos intereses económicos que hay detrás del mantenimiento de la prohibición y las tramas de corrupción que el contrabando de sustancias prohibidas genera en todo el mundo, hemos de ser conscientes de las enormes dificultades que supone deshacer el camino sembrado de miedos y falsedades que estas décadas de prohibición han generado. Ningún partido político podrá hoy hablar en voz alta de la alternativa de la legalización sin ser tildado de inmediato por sus adversarios políticos de ser insensible al drama de la Droga o, más directamente de “estar a favor de la Droga”. Y, sin embargo, cada vez son más las voces autorizadas que cuestionan en todo el mundo la prohibición. Citando a Escohotado: “Tanto como apoyaron la prohibición destacados próceres se opusieron a ella destacados representantes de las ciencias y de las artes [...]. Si en un platillo de la balanza ponemos a los primeros, y en el otro platillo a los segundos, tan abrumadora es la supremacía del brillo institucional en unos como la del brillo intelectual en otros. Es tan difícil encontrar un prelado, un general, un banquero o un estadista hostil al prohibicionismo como un sólo gran jurista, sociólogo o escritor que lo apoye.”

Los argumentos de autoridad, tanto favorables como desfavorables a la prohibición, deben ser tenidos en cuenta con cautela. Es a partir de datos objetivos y constatables y de un sentido común que, en este asunto, parece haberse perdido, como debemos llegar a nuestras propias conclusiones. La mía es clara y conocida.