Drogas y el afán prohibidor

Un ensayo sobre las drogas, las prohibiciones y los delirios colectivos

Una idea de Jordi Cebrián

2.2.- Prohibiciones y persecuciones célebres

“La locura en los individuos es un fenómeno raro; pero en los grupos, los partidos, las naciones y las épocas es la norma”

Friedrich Nietzsche




Raro será encontrar algún campo de la actividad humana que no esté o haya estado en algún momento prohibido o duramente reglamentado por leyes ‘divinas’ o ‘laicas’, pero siempre humanas en su aplicación. Desde las prohibiciones de llevar barba o de no llevarla, hasta los interdictos religiosos respecto a las comidas ‘puras’ o ‘impuras’, pasando por las múltiples prohibiciones que pesan sobre el dinero y su uso. Se ha prohibido la homosexualidad, la masturbación, el incesto, el uso del sexo fuera del matrimonio o dentro de él con finalidades no reproductoras. Se ha prohibido el juego, el prestamismo y la usura, la posesión de oro, la destrucción del propio dinero. Se ha prohibido el uso de métodos anticonceptivos o su ‘no uso’. Se han prohibido los libros y, posteriormente, determinados contenidos: los religiosos, los antireligiosos, los pornográficos, los subversivos, los que atentaban contra la moral y las buenas costumbres, los que incitaban al delito, etc. Se ha prohibido el suicidio, la eutanasia, el aborto, el boxeo, cierta pintura, cierta música, ciertas ropas, ciertos ornamentos. Se ha prohibido llevar la cara descubierta y llevarla cubierta. Se ha prohibido el baile, la risa, las salas oscuras o el exceso de luz. Y así, ad infinitum.

Mientras estos desvaríos han durado, una gran parte de la población ha estado convencida de la legitimidad moral de esas restricciones impuestas por la fuerza. Podemos pensar que nuestra actual batalla, la consistente en impedir el libre uso de determinadas sustancias químicas, está mejor fundamentada, amparada por la razón, la ciencia o la moral. Pero tengamos claro también que todas y cada una de las anteriores prohibiciones tenían también la cobertura legitimadora de médicos, sacerdotes, políticos, filósofos o científicos. La actual tendencia al laicismo de la mayoría de nuestras sociedades puede hacernos olvidar que no sólo por factores morales o religiosos se engendran disparates, sino que las ideologías políticas o el fundamentalismo seudocientífico son también un caldo de cultivo ideal para los mismos. Es imprescindible tener presente las palabras, de nuevo, de George Santayana: “Quien olvida la historia está condenado a repetirla”. Hagamos memoria.